Antes de
embarcarme en la tarea de implantar el Flipped Classorom como metodología de mi
práctica docente, creo que sería conveniente analizar los problemas que podrían
surgir y cómo podría solucionarlos.
Uno de los
primeros problemas a los que me tendré que enfrentar es al hecho de que
actualmente tengo un destino provisional durante este curso escolar, lo cual, a
priori, no tiene que condicionar mi tarea docente, aunque es cierto que
requiere un periodo de adaptación a las instalaciones y al equipamiento; por
otra parte, la dotación de infraestructura informática del centro en el que
trabajo este curso es básica: existe conexión a Internet, varios ordenadores
para uso del profesorado en la sala de profesores y uno en cada departamento y
las clases disponen de un ordenador para el profesor y una pizarra digital. El
centro cuenta, además, con un coordinador TIC. Este sería un primer
condicionante ante lo cual cabe la posibilidad de preparar las clases en casa;
sin embargo, surge un segundo condicionante: dispongo de un equipo estándar y
de una conexión a Internet de poca calidad, ADSL a precio de fibra, pero con
continuos cortes. Comento esto porque creo que si uno decide adoptar una
metodología debe contar con las máximas prestaciones para llevarla a cabo y no
depender de infraestructuras particulares para llevar a cabo esta labor.
Dicho esto,
señalar que el destino provisional puede ser de factor positivo, pues ello
supone que, una vez que haya generado materiales curriculares, podría
utilizarlos en otro centro ante la eventualidad de tener que cambiar de destino
el próximo curso escolar.
El segundo
problema al que creo que me voy a enfrentar es el de la predisposición de los
diversos actores que actúan en el proceso de enseñanza y aprendizaje. Vayamos
por partes.
Entiendo que la
predisposición del equipo directivo a la utilización de nuevas metodologías que
mejoren los resultados académicos, promuevan la atención a la diversidad y
redunden en una bajada del fracaso escolar, sería positiva. Ello se uniría al
interés por parte del alumnado ante una metodología en la que ellos se
sentirían cómodos, pues todos son favorables al uso de las TIC; es más, el
alumnado creo que está deseoso de este cambio metodológico. Como factor
negativo podemos citar que ningún profesor utiliza esta metodología en el
centro, por lo que no contaríamos con aliados para compartir experiencias; sin
embargo, este contratiempo se puede solventar con la posibilidad de contar con
la experiencia de otros compañeros y compañeras a través de las redes.
También
deberíamos contar con la predisposición de los padres. En principio, y de forma
general, creo que los padres están abiertos a cualquier medida que redunde en
una mejora de la práctica educativa y que facilite la labor educativa de sus
hijos; ahora bien, en algunos casos los padres se convierten en un obstáculo
ante la posibilidad de que el alumnado abuse del uso de las TIC o que, como
excusa, haga un mal uso de las mismas, y se muestran recelosos ante las nuevas
metodologías. Solo encuentro una solución a esta situación y es explicarles en
qué consiste, ser sinceros ante los retos que supone la implantación de la
metodología flipped classroom y mostrar lo mucho que pueden aprender sus hijos,
no ya solo en contenidos de la materia, sino en competencias clave. Y sobre
todo, mostrarles que no se puede luchar contra la imparable evolución de la
educación, la sociedad y el mundo en general, en el que las tecnologías son un
pilar básico. En cualquier caso, contamos con una gran ayuda en la legislación
educativa, al menos en Andalucía, cuando las orientaciones metodológicas
señalan que “…Estas estrategias, líneas y elementos metodológicos requerirán
del uso intensivo de las tecnologías de información y de la comunicación…”
(Orden de 14 de julio de 2016, por la que se desarrolla el currículo
correspondiente a la Educación Secundaria Obligatoria en la Comunidad Autónoma
de Andalucía. BOJA 144, 28 de julio de 2016).
El tercer gran
problema al que me puedo enfrentar sería el de la formación permanente,
teniendo en cuenta que la evolución de las herramientas TIC es muy alta,
surgiendo continuamente actualizaciones y nuevas versiones de herramientas que
ya utilizamos o bien otras nuevas. A ello se une que nuestro alumnado forma
parte de la generación nativa en el uso de las TIC. No obstante, contamos con
dos ventajas, en primer lugar, las redes del profesorado y la posibilidad de
realizar cursos de formación, como los que ofrece el INTEF; por otra, aunque
nuestro alumnado tiene la ventaja de ser nativos digitales, necesitan a
personas que los guíen en su uso, añadiendo valores éticos y proponiéndoles
tareas que desarrollen su competencia digital.
Por último, uno
de los grandes problemas a los que nos enfrentamos el profesorado con esta
metodología es el de encajar la evaluación en la normativa. Me explico. La
evaluación del alumnado debe ser formativa y basada en evidencias, que hasta el
momento han estado muy relacionadas con las pruebas escritas; es necesario, por
tanto, generar un sistema de control que suponga tener un conocimiento exacto
del grado de logro de los objetivos de la etapa y de adquisición de las
competencias clave basado en metodologías activas, como es el caso de la clase
invertida. Las plataformas educativas que conozco, Moodle o Edmodo, o el
cuaderno del profesor de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía,
creo que no se ajustan a un sistema fiable y eficaz de evaluación en el marco
de las metodologías activas, o así lo pienso yo, desde mi
conocimiento/desconocimiento de la materia. De nuevo es necesaria la
colaboración entre profesores para comunicar experiencias al respecto.
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