A
continuación incluimos un resumen de las ideas principales del evento "Enseñar y aprender digitalmente en
la Escuela del siglo XXI" que, por primera vez, contaba con un representante de cada uno de los cuatro cursos tutorizados del INTEF, ABP, Flipped classroom, REA y Portfolio, y que se emitió el 24 de abril de 2018. La
moderación estuvo a cargo de Alberto García, profesor de Lengua castellana
y Literatura en Enseñanza Secundaria, y Conchi Fernández, profesora
de Tecnología en Educación Secundaria, e intervinieron Javier Ramos Sancha,
maestro de Educación Primeria en la especialidad de Lengua extranjera, Javier
Ojeda, director de formación e innovación de la Fundación Trilema, y Manuela
Varilla, maestra de Educación para Adultos.
El evento se estructuró en torno a varias preguntas,
que fueron respondidas por los intervinientes y cuyas respuestas fueron ampliándose
con las aportaciones del grupo de participantes..
La primera pregunta que se formuló estaba
relacionada con la Escuela del siglo XXI y estuvo claro, desde un primer
momento, que esta escuela debía ser flexible y el objetivo fundamental sería el
alumnado, pero contextualizado en función de los diversos tipos de alumnado.
Este alumnado debería contar con las habilidades propias del siglo XXI, como el
pensamiento crítico, habilidades de adaptación, la capacidad de resolver
problemas para la vida diaria y la relación con el contexto en el que está inscrita
la escuela, entre otras.
Esta escuela del siglo XXI debería tener la capacidad
para el trabajo en equipo con el resto de docentes, familias y otras entidades
e instituciones, con el eje común del proceso de enseñanza y aprendizaje y el
fin de reproducir en el aula el mundo del siglo XXI, para que el alumnado se
adapte al tiempo actual.
Esta escuela debe estar preparada para introducir
las metodologías activas. Esta afirmación fue la que se utilizó para llevar a
cabo la segunda pregunta, ¿Cuál es el punto de partida para la
introducción de las metodologías activas?
Para los intervinientes el punto de partida es el
alumnado del centro y, aunque el proceso de cambio es complicado, la clave es
tener una visión clara de lo que queremos para nuestros alumnos. El papel del
profesor debe ser el de un emprededor que busca soluciones a través de las
metodologías.
En este punto, se abrió un poco más el debate y se
preguntó qué había provocado el cambio en los intervinientes, cuál había sido
su punto de inflexión. La llegada de los portátiles al aula evidenció para
alguno la necesidad de nuevos materiales y de ahí, la aparición de proyectos,
nuevas formas de evaluar, la necesidad de una nueva formación. Para otros, los
cursos del INTEF abrieron una nueva perspectiva o la reflexión sobre la
práctica docente; a ello se unió la formación en centros y las nuevas
tecnologías, que supusieron la oportunidad de adaptarla al contexto educativo,
siempre según las necesidades del alumnado.
La tercera pregunta estaba relacionada con la idea
de si existe un modelo pedagógico ideal y universal o lo que tenemos es una
mezcla de metodologías.
La aportación más amplia en este sentido tenía
relación con que podemos generar o construir unos nuevos recursos pero el
impacto puede ser muy limitado en el alumnado; las fuentes del cambio deben ser
el currículo, las metodologías, la evaluación, que se puede implementar en el
aula, y la organización, la personalización y el liderazgo, que requieren de un
cambio sistémico, de tal manera que los cambios metodológicos sean profundos. Todos
los intervinientes estuvieron de acuerdo que el papel de la dirección de un
centro escolar, en este nuevo contexto, tenía más relación con el liderazgo
pedagógico.
La cuarta pregunta entroncaba con la anterior porque
permitía conocer si los protagonistas del cambio metodológico son agentes
individuales o requieren de un grupo. En este sentido, deberíamos ser capaces
de crear un mundo global en el aula, intentando incorporar a todo el que se
quiera sumar. No podemos aislarnos pues en el claustro todos se complementan,
aunque lo ideal es conectar teniendo en cuenta las fortalezas y debilidades del
centro. También es necesario contar con otros centros y colaborar para dar una
visión amplia del mundo actual, del mundo globalizado. Hubo concenso, por tanto,
y se insistió en que cada uno puede aportar algo, pero que no es conveniente
forzar la situación.
Relacionada con esta cuestión, aunque se produjo un
poco después en el desarrollo del evento, se pidió a los participantes algunos ejemplos
de colaboración docente. Manuela Varilla, por ejemplo, citó la Feria de la
Ciencia InterCepa de Madrid, un ejemplo de experiencia de aprendizaje-servicio.
Otra interesante experiencia de colaboración es el Grupo de Tecnología
intercentros, cuyos miembros utilizan las metodologías activas y reciben una
formación común; de este grupo surgió la iniciativa de colaboración con el
Master de Formación del Profesorado, en el que se organizan encuentros
dialógicos para compartir experiencias de profesores en activo que muestran sus
experiencias al resto de profesores y a los profesores en formación. Javier
Ojeda, por su parte, citó la experiencia de las Expediciones pedagógicas, que
consisten en visitas pedagógicas por escuelas innovadoras. Por último, la Red de
Escuelas que aprenden, conecta a centros de diversas procedencias que se han
planteado una reflexión pedagógica y comparten experiencias.
Otro de las cuestiones planteadas tenía relación con
la cuestión de si es posible una enseñanza competencial en la escuela
actual y qué debería cambiarse o mejorarse para implementarla. Esta
claro que las competencias deben guiar el proceso de enseñanza y aprendizaje
pero son precisamente las metodologías activas, las que nos muestran
verdaderamente el sentido del ABP, que no se puede entender sin las
competencias. Por otra parte, el ABP es complementario del trabajo
colaborativo, del Flipped classroom, etc.; es más, se consideró al ABP como una
suprametodología que integra a otras.
Otras experiencias nos trasmiten la importancia de
la selección de las competencias en los proyectos, que de esta forma priorizan
alguna competencia y que pretenden integrar áreas de conocimiento y
proporcionan contextos reales. O el pensamiento crítico, que está en íntima
conexión con la metacognición, ya que posibilita preguntarse sobre por qué se
aprende, para qué se aprende, cómo se aprende, etc. Otra de las metodologías
que desarrollan las competencias es el porfolio, ya que permite mostrar las
evidencias del aprendizaje, en la línea de la metacognición.
¿Son,
por tanto, necesarias las tecnologías en la escuela del siglo XXI? Es evidente
que el mundo camina hacia lo digital, que los alumnos son nativos digitales y
que las TIC sean convertidos en imprescindibles, por ejemplo, al cambiar el
mundo laboral. Aunque se puede aprender sin las TIC, son necesarias como
mejoras porque tienen indudables ventajas como la reutilización de los recursos
y la posibilidad de compartir. Ahora bien, son necesarias pero hay que saber
utilizarlas, hay que darles un sentido y tener claro que, cuando no son un
vehículo de aprendizajes es mejor dejarlas fuera de la escuela.
Por tanto, hay que enseñar a utilizarlas, pues son
un medio, no un fin, y de esa necesidad surgirá la necesidad de darles
contenidos. El reto último que se plantea es vincular la innovación pedagógica
y la innovación tecnológica.
Finalmente, el equipo de participantes sugirió algunas
recomendaciones que permitiesen buscar sinergias a los profesores que se
están formando en red, entre las que destacamos la necesidad de compartir ideas
y experiencias y de recibir feedback; o la de que no debemos abrumarnos y
comencemos por pequeños proyectos que irán creciendo posteriormente. Otra de
las recomendaciones, expresada en términos muy clarificadores señalaba la
necesidad de ser constante y tener mucha voluntad (¡tener ganas y ser un
pesado!), que implicaba pedir ayuda a un compañero y mostrar lo que haces. Por último,
Javier Ojeda señaló la conveniencia de rodearse de personas preparadas y de
mostrar humildad.
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